jueves, noviembre 02, 2006 

Accidente laboral #001

Primigesta, 17 años. Mala conducta. No me subas las caderas, relájate, nada más es anestesia, un pinchazo.

Son las 12 am. Se mueve a pesar de mi advertencia. Me pega con la pierna en el brazo y me entierro la aguja en el dedo índice de la mano izquierda. Me quito los guantes y me paro. Compruebo que el guante estaba perforado y tengo una herida en el dedo, me lavo con Povidine y busco un tubo tapa roja para hacerle la serología.

La externo me dice que no tiene exámenes recientes, embarazo mal controlado y en el laboratorio me dicen que debo esperar por lo menos hasta el otro día a las 12 pm para que me den los resultados; de noche no se procesan muestras para detección de VIH.

Son 12 horas de espera. En Medicina Interna despierto a la residente para que me indique antirretrovirales profilácticos. Tomo indinavir y lamivudina/zidovudina, lo único que poseen en stock.

Cuando regreso al cubículo ya la episiorrafia está casi terminada. Me dedico a otras cosas.

La epigastralgia y el reflujo gastroesofágico comienzan en menos de una hora. Tengo que aguantarla por 11 horas y dentro de poco me toca otra dosis. Espero y miro impaciente la hora de salida. Quiero acostarme.

Cuando finalmente lo hago, no puedo dormir.

Dos dosis más, finalmente son las 12 del mediodía y me notifican que el examen es negativo. Puedo descansar ahora. Regreso a la consulta y sigo despierto.

Gracias, Maternidad.

lunes, octubre 09, 2006 

Asfixia

Estoy de nuevo en la Maternidad. Van dos meses y llegando a tres; la estadía se siente interminable. Cuando el externado y el internado de Obstetricia se juntan, sientes que tienes años en el mismo lugar, con la misma paciente, haciendo el mismo ingreso, atendiendo el mismo parto, peleando con la misma enfermera, discutiendo con el mismo residente.

Todo se alarga y el hastío es infinito.

Difícil encontrar cosas de qué agarrarse. Pareciera que todo es un complot para hacerte pasar los peores días posibles, las cosas no salen bien en ningún aspecto y lo único que quieres es que se acabe. Pronto.

Ella tiene 7 cms de dilatación, es primigesta y por ello tardará un poco en terminar de dilatar. Todos se desentienden, y solo 15 minutos después del tacto, está pujando como rara vez pujan las embarazadas, pareciera que alguien le inyectó pitocín IM y soy el único que se pone los guantes a tiempo.

30 segundos después llega una residente sólo para comenzar a criticar, para darse cuenta que ya coronó y no he podido hacer la episiotomía por que es imposible introducir los dedos para proteger el cuero cabelludo. Nada más me dice, protege el periné (entiéndase, ponle una gasa ahí).

Sale la cabeza y noto una circular de cordón. No reduce, coño. Pinzo. Corto. Sigue sin guantes. APGAR 0. Corro para que le hagan atención inmediata. No hay pediatra.

Grito para que venga, y ella lo único que dice es coño de la madre, coño de la madre, porqué no hiciste la episiotomía, coño de la madre, tardaste mucho en cortar el cordón, coño de la madre. Se pone los guantes y comienza a reanimar el neonato.

Regreso a verla, ella ya está tranquila. Su bebé nació, qué importa lo demás. La adrenalina impide que pienses bien, me volteo a ver a cada rato si el niño respira, pero ahora lo están intubando porque finalmente llegó el neonatólogo. Le pido a un externo que alumbre.

Me siento mal. ¿Qué pasará con ese niño, que tiene ya varios minutos de asfixia? ¿Qué pasará con su madre? ¿Su entorno familiar? La residente vuelve para seguir culpándome. Quiero gritarle que por favor pare, que hice lo que pude y que asuma su responsabilidad también, que se pusiera los guantes, que hubiese cortado el cordón ella. Está empeñada en hacerme responsable.

La vida completa de muchas personas se afectan por esos minutos de período expulsivo, por el insignificante interno que dió lo mejor que pudo, por una residente irresponsable, por ese cordón que no lo dejaba salir, por la falta de oxígeno.

Me siento derrotado. De nuevo la Maternidad me gana, me quiero ir desesperadamente.

viernes, julio 14, 2006 

Una letra que va en la sangre

Lo olvidas toda la semana; el sorteo es hoy. Inmediatamente sientes la descarga de adrenalina, sabes que lo inevitable ya llegó, pero no, eso no te va a pasar a tí, no pienses mal, no hay que ser pesimista, las probabilidades no son tantas.

Limpio. Todo parece limpio, organizado, papeles cortados, números escritos, doblados iguales y lo saca una mano desconocida.

Eso no te va a pasar a tí, no pienses mal, no hay que ser pesimista, las probabilidades no son tantas.

Cuando leen el resultado sientes que todo se te cae encima; escuchas gritos de alivio, escuchas llantos, escuchas preguntar qué grupo es ese y sientes que el corazón te late a millón, porque el grupo que salió es el tuyo. Eso significa que te vas.

Eso no te va a pasar a tí, no pienses mal, no hay que ser pesimista, las probabilidades no son tantas.

Hay lágrimas. Ella está llorando y ella también, aunque no es del grupo. Se escuchan unos no es justo, se escuchan unos esto no debería ser así, se escuchan voces en el fondo. Lo que quieres es correr, irte, asumir las cosas como son, pretender que el destino te puso ahí por ese tiempo por algo y que esta puerta que se cierra es otra que se abre. Qué se yo.

Que Dios sabe lo que hace, que todo pasa por una razón. Lo que sea para no llorar.

Eso lo haces en el carro.

Suspiro.

sábado, julio 08, 2006 

De noche es de día

Duermo a las 6 am. Me despierto a las 6 pm. Desayuno.

No tengo sueño; son las 3 de la mañana y no hay nadie afuera. De repente pasa un carro noctámbulo, igual que yo. Estoy muy despierto.

Quedan pocos días y mi horario está peor que nunca. Desde el último examen, desde el último trabajo, la última exposición, las noches desvelado me desajustaron, de nuevo.

Mis primeras 48 horas despierto fueron producto de un atemorizador examen de bioquímica, seguido de un quiz de algo u otro parcial. No sé. Son muchas después de eso, mi cuerpo se queja siempre y yo siempre lo ignoro. Lo ahogo en cafeína, nicotina, agua y cualquier caloría que me consiga a mi paso.

Aunque debería estar acostumbrado, los últimos meses he estado más cansado que nunca. Pensé que las guardias nocturnas serían más llevaderas.. al fin y al cabo, esas son mis horas más activas, normalmente.

Pareciera que estoy más agotado que antes; la cama me llama a gritos y ni siquiera el estrés de los dos últimos exámenes, de los 52 temas para el lunes, del final de la más odiada me mueven. Quiero acostarme.

Y dormir, y dormir.

martes, julio 04, 2006 

Me persiguen

Me mandan a buscar la llave de los consultorios del sótano y yo bajo tranquilo, sin darme cuenta que todo el ala del Hospital está vacía. Abajo todo es baldosas azules y luces de neón, hay muchos consultorios y camillas, ¿abandonados?. De repente, escucho gritos de mujer parturienta cerca.

Aunque estoy de guardia y debería hacer lo que me mandaron a hacer, me acerco a ella, que ya viene caminando por el pasillo. Me dice que tiene los dolores, que tiene muchos y siente que está saliendo el bebé.

No debo y de verdad no sé porqué lo hago, pero pienso que la emergencia amerita una decisión rápida. Pasamos al primer consultorio que asemeja un cúbiculo de sala, y la acuesto para examinarla.

En algún momento las cosas se ponen mal, ella está descontrolada y busco cerca un equipo para atender el parto. Verdaderamente era inminente.

Cuando regreso, ella se está golpeando y arañándose, su abdomen trazado por marcas rojas, equímosis en todas partes, los muslos golpeados, yo intento tranquilizarla en vano con mis palabras y me encargo de traer a su niña al mundo.

Todo sale a la perfección y es una niña hermosa, la limpio y se la muestro a la mamá que ya está más tranquila. La tomo y la coloco en una incubadora, no sin antes decirle yo fuí quien te trajo al mundo, ¡hola!.

Me sonríe y reacciona como si lo hubiese entendido.

El silencio es interrumpido de nuevo por voces en el pasillo. Cuando me asomo veo policías, residentes, enfermeras, buscándome y gritando mi nombre. Traen a la parturienta, que tiene un aspecto deplorable, parece víctima de una violación.

Y es ahí cuando me dicen esto no se ve bien, ¿qué le hiciste a esta mujer?, y ella grita, él me violó. Un policía me esposa y me hace entrar a una sala donde comienzan a interrogarnos.

¿Y ahora qué hago?

Mi cerebro decidió despertar. Nunca supe el desenlace.

domingo, julio 02, 2006 

El comienzo de los últimos días (de Pregrado)

Ahora viene la montaña rusa de evaluaciones, trabajos, exposiciones. Como todo año, la caída libre es inevitable y vertiginosa, aunque con la particularidad de que estos exámenes prometen ser los últimos de la carrera.

Las notas "objetivas" se acaban en julio de este año; el próximo estaremos sujetos a la verdadera evaluación: la vista de los doctores en las revistas médicas, los residentes en las guardias, los pacientes en las salas, consulta y los ambulatorios.

El asunto es espeluznante, a lo largo de los años se han ido desvaneciendo poco a poco las cosas con las que nos habíamos familiarizado tanto. Estar en grupos grandes, asistir a teóricas en los auditorios principales, salir temprano de clases, ir sin bata o sin mono quirúrgico, cambiar el cuaderno y el formol por el estetoscopio y el bolígrafo.

A pesar de que prometen ser interminables, quedan pocos de los supuestos 'mejores días de nuestra vida' y algo de nostalgia y miedo se asoma por ahí.

viernes, junio 30, 2006 

El seis de junio de 2006

Estoy en admisión de la Maternidad -qué obsesión tengo con ese lugar, no puede ser que ni en sueños me los quite de la cabeza-; la paciente sentada en el borde de la camilla, mire señora, en el borde, deje su ropa en la cabecera, ¿oyó? respóndale al doctor, y el dinamap y todo el repetitivo ritual. Quizás estoy solo, no recuerdo más que las baldosas azules, el letrero de las historias clínicas en el fondo y la lámpara estorbando a mis pies. Huele a hospital.

La señora es negra, grande, las piernas grandotas, la barriga grandota, ese ombligo que protruye y que tiene un color más oscuro, que parece una cicatriz; el asunto es que estoy palpando, y palpo como si el abdomen fuese muy delgado, no concuerda con la imagen, y ahí está, el feto, acostado, boca arriba, con sus miembros flexionados y juraría que toco sus manos, sus pies, su cara.

Levanto la cara sobre su abdomen gestante y le digo tu bebé está muy bien, lo toco completico.

Es aquí cuando se interrumpe mi sueño, cuando ya no recuerdo más nada que su cara y su voz, cuando dice con una expresión rozagante, así es, él será mi pequeño tulipán negro, como si ya se lo hubiese dicho todo el mundo, feliz y satisfecha.

Me despierto en un catre de la residencia de estudiantes, sudado, picado por muchos zancudos. Carajo. ¿Qué coño es un tulipán negro?

Sobre mí

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